El 31 de mayo se celebra el Día Mundial del No Fumador. Este
año me propuse presentarles algo distinto, testimonios de ex fumadores de algunos
de mis seguidores en @gentesaludable.
María Agnello, tiene 46 años, vive en Carabobo, Venezuela.
Comenzó a fumar formalmente a los 18 años una vez que ingresó a la universidad
“cuando profesores y alumnos fumábamos en la misma aula”. Su papá era fumador
pero no supo que ella había iniciado el vicio hasta que se casó.
“Me casé en el año 1992 con 25 años, luego de 6 años de
noviazgo, él no fumaba y por eso peleaba constantemente conmigo pero yo no le
hacía caso. Un año después, el día que supe que estaba embarazada de mi única
hija, tenía una cajetilla en el bolsillo, la agarré y la boté” cuenta María.
Durante el embarazo el olor de sus dos vicios: el cigarrillo
y el café, le repugnaban, lo que la mantuvo alejada de ellos. No fumó más hasta
que su hija tuvo los 2 años de edad.
En este proceso su padre muere, cuando su hija apenas tenía
3 meses de nacida, la razón de su muerte: un enfisema pulmonar, causado por el
cigarrillo. Aun así, ni ella ni sus 3 hermanas fumadoras abandonaron el vicio
de inmediato.
“Yo no sentía nada extraño en mi cuerpo, a pesar de tener
tantos años fumando, sin embargo, hacía solo eso, fumar, en cualquier momento.
Cuando mi hija cumplió 5 años, mi esposo empezó a fumar; en breve descubrí que
se había iniciado en el vicio, nuestro matrimonio se desmoronaba” recuerda
María con tristeza.
Su hija entonces empezó a sufrir las consecuencias de los
dos adultos de la casa “recuerdo que él comenzó a fumar cigarrillos caros
porque según hacían menos daño. Así los dos manteníamos la casa envuelta en
humo y mi niñita en medio, comenzó a tener alergias constantes, bronquitis; yo
me sentía culpable pero aun así no lo dejaba”.
María cuenta que cerca de sus 30 años, es cuando empieza a
notar el impacto de este vicio en su vida y en su cuerpo, “empecé a sentirme
cansada, siempre tuve linda figura y empecé a perderla; si caminaba rápido
sentía que moría; a medida que pasaban los años empeoré, por las noches me
ahogaba al dormir, me asfixiaba, me costaba tragar; empecé a sentir un dolor en
el hombro derecho que alcanzaba hasta la espalda por el mismo lado; la idea del
cáncer rondaba mi cabeza. Luego vinieron los ataques de tos nocturnos, era una
pesadilla para mi esposo y mi hija. Todas las noches me decía –a partir de
mañana no fumo más- pero mi esposo seguía fumando y yo apenas lograba
suspenderlo una semana y volvía de inmediato”.
“Me inscribí en el gimnasio porque empecé a verme flácida y
con pancita, se me retrasó la menstruación y pensé que estaba embarazada; me
hice exámenes médicos y resultaron quistes en los ovarios. El tratamiento
incluía pastillas anticonceptivas que en conjunto con el cigarro fueron
haciendo una bomba de tiempo en mi organismo. A los 3 meses, mientras me
ejercitaba frente a mi hija, sentí taquicardia y caí desmayada partiéndome la nariz,
solo escuchaba los gritos a lo lejos de mi hija. Todo lo que siguió fue muy
traumático para mí, la cirugía, la recuperación, mi hija a toda hora preocupada
y pendiente, decidí que ella no merecía esto”.
Así fue como María empezó el proceso de dejar el vicio, su
esposo se empató en eso también, según nos cuenta no le costó tanto a él, pero
a ella, mucho. “En las tardes tenía ataques horrorosos de ansiedad, los calmaba
a punta de chocolates y de todo lo que mi familia me daba para que no recayera.
Aumenté 7 kilos pero increíblemente me sentía bien, finalmente RESPIRABA,
sentía los olores. Llevaba la cuenta minuciosamente: 1 mes, 2 meses, 6 meses,
un año. Cada mes me hacía un regalo, pues todo lo que gastaba en cigarros ahora
podía gastármelo en algún cariñito para mí”.
Su calidad de vida, la de su esposo y la de su hija, cambió
y mejoró significativamente, el entorno familiar también y la relación de
pareja limó todas sus asperezas. “Volví al gimnasio bajo vigilancia y
tratamiento cardiológico, sigo con 4 kilos de más pero me siento feliz, sana,
sexy y tengo una meta: correr mis primeros 10K en diciembre de este 2013, que
es el mes en el que celebro un año más de vida”.
María respira, no solo su nariz, su alma y su cuerpo. Luego
de 26 años fumando y 21 de matrimonio, ahora todo lo ve con otra mirada. Ella
tiene 1 año y 8 meses sin fumar. Su hija ya tiene 18 años y estudia psicología.
“Ahora me siento estupenda, puedo correr sin sentir que muero, no sentir
dolores de ningún tipo.
Tener la piel de la cara luminosa y que la gente me lo
diga. Ver a mi hija contenta es mi mejor recompensa, siempre me cuida mucho,
supongo que por la mala experiencia de aquella vez”.
“Con mi esposo, después de que ambos dejamos el cigarrillo,
la relación mejoró aún más. Ahora somos más compinches, más amigos, tenemos
otros intereses, somos deportistas, hacemos ejercicios juntos, aunque ambos
tengamos unos kilitos de más, no importa, yo me siento bella, sexy, con mis
curvas y lo que tengo.
Ahora como pareja nos sentimos con más vitalidad” nos
cuenta María entre risas pícaras.
Cada historia que consigo me conmueve más, el “antes y
después” de un fumador, es algo que vale la pena experimentar. Anímate, tu
salud y tu vitalidad, te lo agradecerán. Sonríe siempre. Hasta la próxima.
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