Esta semana continuamos con más frases y reflexiones del Evangelio de la
Alegría, exhortación hecha por el Papa Francisco para guiar al mundo entero. Lo
más revolucionario de este documento se consigue en cada línea. Sin duda son
ideas que cambian visiones y paradigmas instaurados durante años en nuestras sociedades
y países. Son ideas contundentes pero como una dulzura de padre que te invita a
pensar, respirar, reflexionar. Aquí vamos.
- Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a
la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de
aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser
el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y
procedimientos.
- Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para
asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía
de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea
noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una
caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que
se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo
entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde
el poderoso se come al más débil.
- Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se
reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los
distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la
violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de
oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo
de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad
–local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no
habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan
asegurar indefinidamente la tranquilidad.
- El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales. Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2).
- El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales. Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2).
- Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros
de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan
la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios
hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los
lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y
jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores
en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese
inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.
- La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.
- La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.
- Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor
y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas
quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha
si de antemano no confía plenamente en el triunfo.
- El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual.
- El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual.
- Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el
desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no
busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin
compromiso con el otro. Si no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que
los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los
convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera, terminarán
engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios.
- La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de
religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria
del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor
reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os
glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de
Dios?» (Jn 5,44).
En la próxima columna continuamos con
otras frases, si tienes algún comentario, escríbeme a gentesaludableradio@gmail.com.
Y también puedes seguirnos en tuiter e instagram @gentesaludable. Sonríe
siempre. Hasta la próxima.
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