Cuando
era reportera de calle para la televisión siempre había mucho trabajo, cubrir
ventas de fuegos artificiales, eventos musicales, actos políticos, sin contar
los diciembres en los que hay elecciones y todo parece más raro de lo que
usualmente es en Venezuela. En esos años, que fueron 9, siempre trataba de
convencer a mis jefes, de hacer algún trabajo del pesebre y del verdadero
sentido de la navidad, que por suerte era visto con buenos ojos, y además
noticioso, y yo lograba salirme con la mía de hacer algo que verdaderamente me
gustaba en esa época.
Luego
que decidí cambiarme de trabajo a algo “más tranquilo”, a los 6 meses de “tranquilidad”
fui sorprendida con un ascenso que me llevó a uno de los retos más grandes de
mi vida profesional. Tenía mucha responsabilidad por el trabajo en sí mismo y
además por manejar un grupo de profesionales exitosos y competentes. Aquí
tampoco tuve mucha tranquilidad en mis dos diciembres ahí, era una de esas
empresas en las que el mes de diciembre es uno de los más importantes del año,
así que, trabajo y más trabajo.
Como
todo ciclo cierra por convicción o a empujones, este cerró a empujones pero,
hoy a tan solo dos meses de haber cerrado el ciclo, estoy segura que no me
alcanzarán los días de mi vida para dar Gracias a Dios por haberme empujado tan
durísimo a poner esa cadena y ese candado.
En
mi adultez plena, no había tenido posibilidad de vivenciar con tanta
profundidad una navidad como ésta. Aún la vivo, todo está muy a flor de piel,
sin embargo, me aventuré a escribir de esto ya que, paradójicamente he estado
tan metida en este vivenciar que los temas de salud en mi mente tuvieron como
un pause y le estoy dando permiso a mi mente para conectarse con mi corazón y
empiece a sanar y cerrar ciclos y procesos antiguos, profundos y que necesitan
ponerse su mejor pinta junto con un lacito, montarse en el barco y partir.
Si
bien es cierto que diciembre parece ser un mes en el que el silencio se vende
carísimo, en estos poquitos días libres que he podido disfrutar, gracias a Dios
y a la generosidad de las personas con las que hago equipo, he logrado tener
momentos importantes en los que, además del silencio, me he conseguido con que
dentro de mi hay un borbotón de preguntas que buscan respuesta, respuesta
espiritual que es la más difícil de todas. Borbotón es como un caldero grande,
humeante, hirviendo y con muchísimas burbujas. Pero sin angustia. Quizás ese
caldero en otra oportunidad me habría angustiado mucho pero en este momento,
doy gracias porque la angustia no llegó sola, vino con una maleta de confianza
y de fe, y estoy segura que todo estará bien.
Quizás
también sea de las pocas optimistas que quedan por estos lados, aunque en medio
de ese pensamiento optimista, que se repite en mi frecuentemente estos días,
hoy, el día que escribo esta columna de estos silenciosos de enero, sonó el
teléfono de la casa, era un familiar para dar el feliz año y entre sus deseos
dijo “este año será exitoso para todos, estoy segura, fe y confianza”. Se me
hizo un nudo en la garganta y dentro de mi dije “Enhorabuena, no soy la única
ilusa”. Luego trancamos y me quedé pensando qué rumbo darle a esta columna.
Si
de algo estoy segura, sin ánimos de señalar ni criticar y me voy a incluir, esa
constante búsqueda que tenemos en todos lados, incluso en la adivinación, las
cartas, etc., es básicamente la búsqueda de la paz interior, de sentir paz, de
abandonar la angustia y el miedo. Es cierto que no se resuelve únicamente con
fe y confianza, por las razones del entorno que todos conocemos, pero como dicen
por ahí “la paz empieza por uno mismo”. Esos detalles trillados pero ciertos
que rezan “si no te comes la luz verás como al de al lado, en un 80% le dará
pena comérsela solo”; “si no quieres ver la calle sucia, no eches el papel por
la ventana”; “si no quieres que tu hijo le pegue a sus amigos en el colegio, no
le pegues tú a él en casa”, entre otros más, que si tú, yo, el vecino, el amigo
del vecino, el maestro, el obrero, el policía, el del kiosco, si todos nos
ponemos de acuerdo en ir aplicándolos, les aseguro que nuestra sociedad será
distinta y mejor. Y lo bueno se convierte en una cadena, así como lo malo se ha
convertido en una cadena. El bien combate el mal.
Hay
muchas otras cosas que quisiera escribir aquí pero aún están muy frescas en
este proceso que vivo y no quiero dañarlas escribiendo sobre cosas que aún
están muy nuevas en mí y que no se ni ponerles palabras aún. Sin embargo, quise
introducir el tema, deseando que alguno de ustedes mis lectores, esté pasando
por el mismo proceso y me acompañe y deseando también que quien se sienta
perdido, desorientado, en esa constante búsqueda en la que andamos en los
últimos tiempos, se sienta acompañado también en estas palabras y animados a
entregarse con fe y confianza a su dios.
Gracias
por su compañía a través de estos años en el diario La Región, ahora podemos
acompañarnos de lunes a viernes a las 7:00AM por Meridiano TV, con mi programa
Gente Saludable TV. Los espero. Hasta la próxima. Sonríe siempre.
Escríbeme
a gentesaludableradio@gmail.com
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