Vivir la sexualidad a plenitud es un llamado de atención constante que late
día a día en cada uno de nosotros, en los más introvertidos y los más
extrovertidos, todos aunque sea en la intimidad más profunda desean con
intensidad tener mejores orgasmos, satisfacer mejor a su pareja, ser cada día
más creativos, tener mayor elasticidad, poder hacer nuevas posiciones; o cosas
más sensuales como fantasear con un baño en pareja, un masaje erótico, etc.
Todos en algún momento, tarde o temprano tenemos pensamientos recurrentes sobre
esto.
En Venezuela somos criados en una sociedad de tabúes, incluso intra-muro.
Más allá del tema religioso que respeto mucho por ser practicante, no nos crían
para ser esposas creativas, ardientes, fogosas y activas sexualmente. De alguna
parte del mundo o de alguna cabeza viene el modelo de la esposa ama de casa con
el delantal puesto, llena de muchachitos y aburridísima preparando comida y
limpiando la casa casi 24 horas.
Esto es ilegal e inhumano.
Afortunadamente para algunos hogares, los hombres, algunos, han ido
evolucionando hasta el punto de entender que las tareas de la casa deben ser
compartidas así como todo aquello que ocurre en la pareja a diario. Algunas
madres preocupadas se han esmerado por enseñarles a cocinar y pasar la escoba,
cosa que agradecemos bastantísimo de este lado del género, aunque también es cierto,
que a algunos no les enseñaron nada y por simple amor a ser “mejor pareja” lo
intentan con bastante éxito, esto se los agradecemos aún más. Piensen que, si
barremos y cocinamos entre los dos, las labores se terminan más rápido y nos
vamos más rápido a la cama.
Es por eso que la fase de novios es tan divina y los matrimonios cada día
se desploman más y más. A las mujeres no nos enseñaron a ser una ardiente
esposa ni a los hombres les enseñaron a ser esposos fieles y ardientes con una
sola mujer. A veces se conjugan los dos elementos, a veces uno de los dos, el
hecho es que las relaciones fracasan estrepitosamente y seguimos sin abrir los
ojos, el corazón, la mente y el alma.
Enamorarse es de valientes, sin duda.
Tampoco nos enseñaron a enamorarnos, a sentir el amor, ese que invade que
te transforma de triste en alegre en segundos, sin razón aparente y que quita
hasta el cáncer. ¿Cuántas personas mueren de una gripe y sus complicaciones por
el simple hecho de estar solos sin nadie que los ame a su alrededor? El amor
pleno es visto como el “coco”. Una frase famosísima se repite una y otra vez
“el que se enamora pierde”. Y así va formándose generación tras generación.
El joven adolescente tiene en su mente “el que se enamora pierde” así que
se acuesta con una y otra a la vez, aunque exista una que le guste
profundamente, como no nos enseñan a entender y manejar nuestros sentimientos,
la única forma comprensible de “desahogo” es el sexo y por allí empieza todo a
confundirse. Sin contar sus derivados: el embarazo adolescente, las
enfermedades de transmisión sexual, etc.
Por otro lado, las mujeres tienen en su mente un “me enamoré y me dejó”
“enamorarse es malo” “usted tiene que guardarse para la familia y los hijos” y
uno finalmente no entiende nada de nada, en la adolescencia uno no entiende
nada que no lleve por nombre “mariposas” y por apellido “en el estomago”. Y no
se trata solo de enamoramiento, en la adolescencia, que es cuando despertamos
al mundo individual, solo hacemos esas cosas que nos mueven desde las entrañas,
desde la boca del estomago, de resto nanai.
Entonces las mujeres entendemos, erradamente, que la única forma de atraer
y mantener a ese ser que queremos y nos gusta es acostándonos con él así
tengamos 3 días conociéndonos. Es la única forma en la que el hombre accede
rápido y nosotras tenemos acceso rápido también a ese ser idealizado. Y esto
ocurre desde la adolescencia en adelante, aunque nos hagamos llamar maduros,
crecidos y mayores, en la adultez disfrazamos esto con algo conocido como “sexo
sin compromiso” o “amigos con derecho” términos tan famosos que hasta películas
con historias divertidas y finales felices ha logrado Hollywood.
El asunto es que en la realidad la mayoría de los finales no son tan
felices. Al salir de estas relaciones un alto porcentaje queda devastado,
triste, vacío, con un tiempo invertido que es solo experiencia. La única forma
de que el sexo sin compromiso pueda darse de manera efectiva es que el
encuentro se de solo una vez, queda como un recuerdo, una noche, una pasión, un
momento y listo. Cuando las segundas, terceras y cuartas veces aparecen, se
genera irremediablemente un vínculo. Para hombres y mujeres los vínculos son
distintos pero son vínculos al fin. Para hombres inicialmente el vínculo es
sexual, lo que la pareja le despierte sexualmente durante el encuentro; para
las mujeres el vínculo es de piel, de miradas, de olor; ojo así seas una mujer
liberal igual llegas a tu casa pensando “qué rico me miraba mientras yo le
hacía tal cosa”, “me abrazó tan sabroso cuando terminamos”, en fin, es cosa
casi de genética femenina, un poco de crianza, un poco de programación.
Para los hombres dije “inicialmente” ya que si deciden continuar con los
encuentros empiezan a evaluar otros aspectos como creatividad, temas de
conversación, compañía, la sensación de tranquilidad o no que experimenten en
el encuentro, etc.
En este punto solo puedo decirles una palabra clave “respeto” hacia el otro
y hacia ti mismo. Si sientes que puedes herir o salir herido, retírate. El amor
es para valientes. Continuará.
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