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domingo, 6 de enero de 2013

“Morí, escribo desde el CIELO”


El título de esta columna es de mis favoritos, siempre digo que si algún me decido a escribir un libro, así se va a llamar.

“Morí, escribo desde el cielo” es de mis frases predilectas cuando quiero significarle a mis amigos más queridos algo impactante que me genera tanto éxtasis y me brota tanto el corazón que solo podría estar plena escribiendo, en ese momento, desde el cielo.

Los amigos, los verdaderos, hoy en día son pocos, así que esta frase estaba destinada, hasta hoy, a hacer reír a un grupo selecto y exclusivo, a quienes al menos les logro arrancar unas buenas carcajadas.

Cuando visitamos un lugar o estamos con alguien que nos hace sentir mariposas en el estomago tenemos esa sensación de “cielo” dentro de nosotros y después de todo nos acostumbraron un poco a que esas sensaciones sean solo poquitícas, como si estuvieran en extinción o fueran el tesoro perdido. Nos enseñaron que, si no luchamos muchísimo, o pasamos por pruebas durísimas, el cielo nunca va a estar para nosotros. Por otro lado, también nos marcan con el refrán “de lo bueno, poco”, así que cuando uno está felicísimo, pasándosela de lujo, en el mejor viaje de tu vida, con la novia más bella, en la fiesta más entretenida, esa señal fatídica que te clavan en el ADN, se activa, y te recuerda “disfruta hoy porque mañana quién sabe”, muy al estilo de tu abuela apareciendo en una esquina con una luz bajo el mentón, y es así, como todo se arruina.

Y uno vive, arruinándose y auto-arruinándose todos los cielos que tenemos minuto a minuto. Si te llevan flores y no es tu cumpleaños “algo hizo”. Si te aparece un dinerito de más en la cuenta “quién se habrá equivocado de deposito”. Si te llaman porque quedaste seleccionada en la carrera de tus sueños, de inmediato dices “revise bien ahí la cédula por si acaso, hay tantas Jenny Marques en el mundo que uno nunca sabe”.

Es difícil, las malas noticias pareciera que son las mejores recibidas “yo sabía, él no iba a durar mucho con esa novia, siempre anda descarria´o”. “Juancho se murió, es que ese compadre mío bebía demasiado, más de una vez lo dejé beber escondío en la casa”. Y así sucesivamente. El masoquismo social es tal, que uno mientras más protagonista se sienta de la historia fatídica, más interesante es la cosa, “imagínate, yo creo que fui la última que lo llamé, aquí está en el celular 2:20pm y los médicos dijeron que el infarto le dio a las 2:22pm. Cuando hablamos se escuchaba tan bien, increíble”. Todo esto como si uno pudiera avisarle a la gente “epa en 5 minutos muero, cadena por el pin, saludos a todos”. Cosas absurdas de la cotidianidad que nos empeñamos en reproducir una y otra vez, haciéndonos cada día más funestos, insensibles e irreales.

La gente no está preparada para escuchar ni tus quejas ni tus problemas, “hola, qué más, cómo estás, todo bien verdad, qué bueno, vámonos”. Preguntas y respuestas, se pagan y se dan el vuelto. De entrada a pocos interesa si tienes algo que contar, pero, si algún pedazo de tu cuento se te sale por error y resulta interesante para la presa, tendrás mucho de que hablar en las próximas horas.

Ni idea, en qué momento nos acostumbramos a esta suerte de infierno andante donde vamos atropellando a Raquel y todo aquel sin indolencia de ningún tipo. Renunciamos a los pedacitos de cielo que la divinidad nos regala. Esas cosas utópicas pero de certeza sacramental como dar gracias por el amanecer, sonreírle a aquel que te gusta, emocionarte con esa llamada tan esperada. Nos privamos de tantos pedacitos de cielo que da pena hasta escribirlo. Es una pena que limitemos nuestra humanidad a tanto desperdicio.

“Morí, escribo desde el cielo” es de mis frases más placenteras y mientra más la digo o la escribo, más tengo ganas de que me ocurran cosas divinas y sorprendentes para poder echarle el cuento a alguna amiga y decirla acompañada de otra de mis frases “ojos en forma de corazón”, dibujando un corazón en el aire con las manos. Es como un vicio de cuentos felices y excitantes.

Nos quejamos mucho, nos lamentamos otro poco y le damos demasiado poder a la mente para que haga con nosotros todo lo que quiera. La mente no es el corazón ni el corazón es la boca del estomago, ni el estomago se conecta con la mente, si no, Dios habría metido todo en una licuadora y funcionarían los 3 juntos. Cada uno cumple su función clara y específica, por ello algunos por ahí hablan de la “inteligencia emocional”, usar tus emociones a tu favor y NO en tu contra.

Ser feliz, sonreír, ser amable, abrazar, amar, expresar tus sentimientos buenos y malos, sentir, simplemente sentir, es sano, es natural, es conectarte con tu ser natural y primitivo, con esa fuente original que brota de su centro y está loca por salir a borbotones y desbordarse positivamente sobre la gente que te quiere. Te juro que es sano. El proceso sensibiliza, sin duda, pero recuerda, sentir es sano, expresarte es sano, amar desde el corazón es sano, es natural, es un pedacito de cielo en la tierra.

Que cada beso que te robe el aliento te arrebate la frase “este es mi cielo”, “Morí, escribo desde el cielo”.

Bendiciones infinitas para ti durante todo el 2013, gracias por acompañarme aquí en Gente Saludable. Hasta la próxima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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