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domingo, 6 de enero de 2013

La sinceridad es bonita hasta que te dicen la verdad


Escribiendo esta columna me descubrí un tanto conmovida con la forma como he vivido en los últimos dos años. Quizás la cercanía del fin de año te pone a revisar metas y vivencias y eso, a su vez, algo melancólica o triste.

Si hay algo que he aplicado en este tiempo es la sinceridad, aunque con resultados poco alentadores. En el mundo, podríamos decir que pocas culturas están acostumbradas a la honestidad como virtud y pilar fundamental de supervivencia. Preferimos guardarnos las cosas con la esperanza de que esas cosas se arreglen o cambien solas. Preferimos callar para que no digan que somos antipáticos, inaguantables o inconvenientes. Preferimos ser el amigo de todos que de aquellos que valoran tu transparencia por encima de todo. Preferimos, incluso, que la gastritis nos revuelva el alma antes que hablar y decir lo que sentimos.

Así estamos criados: “los niños no lloran” y el muchachito seguro muerto de dolor por el trancazo que se dio; “sonríe, pide la bendición y cuidadito con quejarse” y de repente la niña le huye al padrino que ha tratado de abusar de ella; “aunque no te guste el trabajo tu aguanta, quien sabe cuando consigues otra cosa por ahí” y de tanto aguantarte rabias con tu jefe te explota un cáncer o algo gravísimo.

Y así crecemos, aguantando, aguantando y aguantando. Es por ello que cuando llegamos a adultos queremos explotar contra todo el mundo. Aflora el resentimiento y empieza el pase de factura, contra los padres porque no nos dejaron quemar las etapas, contra los hermanos, contra los jefes, contra el tener que estudiar o trabajar, contra todo, y lo más grave contra la pareja. Llenos de frustraciones queremos cargar contra el mundo apenas tenemos la ocasión. Terminamos haciendo NADA de lo que nos gusta y cuando vemos a alguien feliz que hace y disfruta lo que hace, cargamos también contra él: “es un loco”; “mira como se viste”; “mira con quien anda”; “él ique es pintor pero de qué va a vivir”; “¿vas a estudiar Letras? ¿Quieres morir de hambre o qué?”. Y así sucesivamente. Ya que no encontramos la forma de encontrarnos con nosotros mismos decidimos meternos en la vida de todo aquel, “si yo no soy feliz, nadie lo será” piensan algunos.

Cuando cargamos contra la pareja quizás es una de las peores partes que enfrentamos. Dice un refrán bastante conocido “lo que más me molesta del otro es lo que en realidad yo soy”. Se nos hace imposible descubrirnos felices y en paz con alguien distinto a nosotros, esto por múltiples razones: puede que esa persona también traiga su carga de infelicidad y al juntarse con la tuya genera la locura; puede que el otro esté preparado para la paz y tú te empeñas en propiciar la guerra en todas las acciones o puede que sea porque estás con la persona equivocada. Cualquiera puede pasar. La pareja (novio, esposo, etc.) es, en un alto porcentaje, el principal receptor de tus frustraciones y es a quien más debes cuidar. Uno no tiene ex – padres, ex – hijos, ex – abuelos, pero sí podrías tener ex – novio, ex – esposo y esos títulos son te-rri-bles.

La pareja, aunque suene trillado, hay que cultivarla, no llenarla de problemas. Tenemos la falsa concepción, las mujeres en especial, que nuestro novio o esposo, tiene que ser nuestro mejor amigo y le contamos hasta los detalles de la depilación. ¡Por Dios! Eso enfría hasta a las aguas termales. Las mujeres tenemos en especial cierto problema con eso de creer que cuando conseguimos novio, le dejamos de hablar a nuestras amigas, y convertimos al pobre hombre en nuestro confidente, más acción menos problemas. Conserva amistades y deja a la pareja para el disfrute y las cosas propias de los dos, buenas y malas. Los hombres por su parte, como no hablan, asumen en su imaginario que nosotras también debemos pasar la vida en silencio guardándonos todo lo que sentimos y pensamos. Recuerden, a ellos los criaron con el “los niños no lloran, no juegan con muñecas, no abrazan a otros niños, no abrazan a papá” una lista demasiado larga para una palabra tan odiosa como el NO. Por todo esto es que la pareja es tan sagrada, tener varios es eso, varios, cuando se deciden ambos a estar con uno, es eso, la decisión de ambos, por eso los esfuerzos y las barreras personales deben lucharse hasta que no quede ni rastro, solo así podrás ser feliz de verdad, verdad.

Ustedes se preguntarán por qué este tema y estas reflexiones. Esta semana me he descubierto con algo de sentimiento de culpa por ser honesta en unas cuantas ocasiones. Justo lo que les comentaba al principio, desde hace aproximadamente dos años emprendí un proceso personal, buscando sanarme a mi misma de tantísimas cosas endosadas desde los genes hasta la actualidad. Hay situaciones, conductas, que tus abuelos, tus padres te traspasan y ni lo notan, se convierte en una carga energética que marca tus emociones, acciones, personalidad, y condiciona, en la mayor parte de las ocasiones, tu felicidad.

El trabajo personal es liberador, que encontrarte contigo mismo no te aterre, te aseguro que es la ventana a la felicidad plena, honesta y transparente. Tu ejemplo enseñará a otros a decir lo que sienten.

Hasta la próxima. Sonríe siempre. 

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