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sábado, 12 de febrero de 2011

Ámame hasta que la muerte nos separe

La fiesta, los invitados, la orquesta, la hora loca, la luna de miel, el apartamento, las sabanas, las cortinas y una larga lista de cosas que se empujan en mi mente por ser incluidas en la enumeración de diversos tips en torno a la palabra mágica “matrimonio”.

Usualmente esta lista está asociada a las mujeres ya que casi todos los hombres, casi, para no decir todos, terminan arrastrados camino al altar después de haberle huido al matrimonio por años aunque luego anden felices por el “chaca-chaca” diario.

Para las sociólogas Linda Waite y Maggie Gallagher, “el matrimonio y la familia proporcionan un sentido de dependencia, el sentido de amar y ser amado, de ser absolutamente esencial para la vida y la felicidad de los demás. Esto da una perspectiva diferente para afrontar los problemas que uno encuentra, "porque hay personas que dependen de ti, que cuentan contigo o se preocupan de ti".

Hoy en día más allá de las posibilidades económicas de cada quien para una fiesta grande o pequeña o de los preparativos que todo esto conlleve lo importante es el sentido espiritual y mental que ambos le den al paso que están pensando ejecutar.

Nos preguntamos con frecuencia ¿Por qué fracasan tanto los matrimonios hoy en día? En primer lugar, ya nos acostumbramos a llamar esposo (a) al rejunte, concubino, machuque o noviecillo de turno que se quede más de una semana viviendo en tu casa. Y cuando nos cae la locha y tratamos de darle seriedad al asunto decimos “nosotros nos rejuntamos pa´ver si nos va bien, si no, cada quien por su lado y listo”, esto de plano no funcionará, andamos prevenidos y predispuestos y a la primera de cambio nos largamos. No hay compromiso, responsabilidad ni propósito de enmienda. Lo ideal es que las cosas sean fabulosas siempre, pero en los días de turbulencias es cuando la pareja se crece y fortalece a través de la comunicación y la comprensión.

Y en segundo lugar, la celebración del divorcio, para algunos es casi una diversión saber que fulano dejó su matrimonio y hay quienes montaron agencias de festejos para las fiestas de divorcio. El mundo al revés. Sin contar con las muchachitas que se empeñan en los hombres casados o los muchachitos que les gustan maduritas e interfieren en las familias.

Cabría también preguntarnos aquí por qué el alto índice de niños con déficit de atención o problemas de aprendizaje, ¿tendrá que ver con el desorden familiar que tenemos en la sociedad? ¿Le estamos prestando la debida atención a la familia que decidimos conformar o andamos “viendo pa´los lados”?

Las sociólogas van más allá “junto a la falta de apoyo público al matrimonio, ha crecido la facilidad para divorciarse y han ganado aceptación social otras fórmulas de convivencia, como la cohabitación o la maternidad en solitario. Detectan que pocos consejeros dedican sus energías a fortalecer un matrimonio en crisis y los que deberían hacerlo -psicólogos, educadores, sacerdotes- parecen centrarse sólo en el beneficio emocional del matrimonio, como si éste fuera la única ventaja. De ahí que cuando "la aparente felicidad" disminuye, no hay argumento para frenar el "fracaso".

Claro, hay casos de casos, que el divorcio es lo más beneficioso para la pareja y hasta para los hijos, eso es una realidad, pero que al menos se reconozca el intento de mejorar las cosas por diversas vías antes del adiós.

Hasta este punto no quiero que nadie se sienta señalado o juzgado, por el contrario es un llamado de atención sencillo y profundo a la vez sobre nuestra responsabilidad en el matrimonio y al traer hijos al mundo. No es lanzarlos a la guardería o a la casa de la abuela (que a veces los malcría y mingonea) es preocuparnos en pensar qué tiempo de mi rutina voy a dedicar de ahora en adelante a la formación de mi hijo. Ceder el espacio necesario del crecimiento profesional, laboral, etc., para atender, ambos, el núcleo familiar.

Ya es momento de tirarnos de cabeza sobre una piscina vacía y dejar de pensar “tiene 7 años, está chiquito qué va a saber él de eso” cuando les ocultamos temas de drogadicción, sexualidad, homosexualidad, alcoholismo, etc. y a los 11 salen con una barriga o se van de la casa con la novia y esto contando con bastante suerte ante la cantidad de enfermedades y vicios que conocemos hoy en día.

No puedo evitar presentarles el matrimonio ante la iglesia como la opción espiritual sanadora de nuestros tiempos. Si Dios da la bendición y ambos trabajan para fortalecer día a día esas bendiciones a pesar de las diferencias, serán, sin duda un matrimonio bendecido.

En la web acriprensa.com reflejan “La familia tiene la misión de revelar, custodiar y comunicar el amor. Ese amor es el reflejo del amor de Dios a los hombres y del amor de Cristo a su Iglesia. Sólo en un ambiente amoroso puede el hombre aprender a desplegar plenamente su personalidad… La fuerza que unifica a la familia es el amor. El amor es mucho más que un sentimiento. Los sentimientos son pasajeros, y están relacionados con factores físicos, biológicos y emocionales que son cambiantes. El verdadero amor es estable, permanente y sacrificado. Es el amor lo que convierte la mera convivencia en vida familiar”.

“El verdadero amor abarca la totalidad de la persona: tiende a hacer a los esposos un solo corazón y una sola alma (Hch. 4,32); es fiel y exclusivo hasta la muerte; es fecundo, es abnegado. Es fruto de la caridad (Cf. 1Cor 13). Y debe crecer continuamente”.

Bendiciones infinitas. Sonrían siempre. Hasta la próxima.

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