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domingo, 23 de junio de 2013

Eres libre, eres fuerte (I)

Algunas conversaciones de domingo con amigos, te dejan meditando acerca de tus propios procesos y aquellos que observas en los demás. Estamos acostumbrados desde pequeño a lo bueno y lo malo, al mal y al bien, a lo correcto e incorrecto, siempre esas dos polaridades nos acompañan sin mucha reflexión a su alrededor, simplemente es lo que hay. Es una imposición de supervivencia que se inventan los padres de generación en generación que además tiene un dejo de culpa, autocastigo, auto-reproches, etc.

Nuestro primer encuentro real con la sensibilidad y la no-sensibilidad, es casi siempre, inmediatamente posterior a una situación dolorosa. No estoy hablando de adultos únicamente. A cualquier edad, incluso desde muy pequeños estamos expuestos al dolor que nos infringe el amor y el desamor. Cuando una madre decide a los pocos meses de nacido, quitarle la teta al bebé, se generan en él sentimientos de abandono, desamor y se debilita su autoconfianza de cara al futuro. Creerlo o no, queda de su parte, pero así es. Está demostrado que en un alto porcentaje, el bebé busca el pecho de la madre para sentirse arrullado, mimado y pegado de su fuente de amor y protección, evidentemente el alimento es factor fundamental pero si fuera solo por eso, los bebés no se enfermaran con la leche de fórmula o serían igual de tranquilos y amorosos con tetero o con teta, y eso, si usted observa bien, no ocurre jamás, un bebé de tetero por lo general es intranquilo, a veces pareciera sobre-estimulado, recuerde, hay químicos en esas fórmulas.

Cuando los padres en medio de una frustración le dan una golpiza al niño “para que aprenda”, el yo interno, la autoestima, la auto-confianza, se vuelven escurridizas y pequeñitas dentro de ese niño en crecimiento. Si entendiéramos de una vez por todas que para los niños, sus padres son sus superhéroes, entenderíamos cuanto daño les hacemos dándoles una golpiza, gritándoles, azotándolos, haciéndoles pasar vergüenza delante de los demás, en lugar de abrazarlos, tranquilizarlos ante un momento de rabia, y luego explicarles con palabras sencillas para corregir la falta. Si lo entendiéramos tendríamos menos violencia y frustración en nuestra sociedad actual.

De adultos, cuando pasamos por un fracaso amoroso, que nos rompe, nos destroza, nos vuelve pedazos el alma y el corazón y no entendemos cómo aplicar la conocida “inteligencia emocional”, estamos ante otra situación donde nos replegamos y hacemos de nuestra mejor amiga la “no-sensibilidad”. En el proceso de recoger nuestros pedacitos, creamos una coraza fuerte y gigante que nos aleja del desamor pero también del amor. Esto podría ser aceptable mientras nos recuperamos pero, qué ocurre cuando nos acostumbramos a la máscara o a las máscaras, en plural. Finalmente cuando nos analizamos, tenemos una máscara tras otra, la que usamos en el trabajo, la de nuestra familia, la de nuestro ego, la de nuestro amor propio herido, y así sucesivamente, nos llenamos de corazas que nos mantienen en nuestro círculo de comodidad.

Esto no está mal, ni bien, simplemente es la realidad del proceso. Quizás, leyendo esto, puedas decir “uff qué alivio que esto no me pasa ni me pasó a mi”. De ser así es maravilloso, sin embargo, si eres de esas muchas personas que hoy en día están generando un esfuerzo adicional para crecer en espíritu, esta revisión seguramente llegará pronto a ti, ocurre sola, no resulta fácil pero los resultados son sanadores.

No hay fórmulas ni secretos. Hemos sido criados para no sentir, sin embargo, se sufre menos siendo sensible. No tienes que hacer esfuerzos para reprimirte ni vivir siempre alerta para protegerte ante algo que te puede sensibilizar, simplemente no sufres porque te aceptas tal y como eres, con tus bondades y tus oscuridades, te aceptas como un ente maravilloso que puede explotar lo bueno y cambiar lo mano pero de la mano del amor, no del sufrimiento y la autoflagelación. Al ser libre, eres fuerte.

Sentir, te das permiso para sentir, sea dolor, sea alegría, simplemente dejas fluir, te reconcilias con el sentir y sientes como ese sentimiento genuino te invade regalándote paz. Es algo que emerge y hace clic dentro de ti en la medida en que te haces conciente de lo que pasa en ti. Si observas que eres muy duro contigo mismo, te castigas con palabras y pensamientos dañinos cuando algo sale mal, en la próxima situación detente, dale un stop a esos pensamientos y empieza un día a la vez, “Por hoy no voy a ser tan duro conmigo mismo, fue un error humano, la próxima lo haré mejor”. Son palabras muy sencillas pero tienen un efecto resonador importante dentro de ti. Imagina que el Yo amable, sensible, amoroso, pacífico que vive en ti, hace un reverencia ante ti, cada vez que pronuncias una frase como esta ante una situación de miedo, de fracaso, de desamor, de dolor, de vergüenza; una reverencia que te auto-perdona, no te hace la carga tan pesada y te permite seguir para conseguirte con una nueva oportunidad de triunfar.

El tema se puso interesante, así que lo vamos a continuar la semana que viene, no te pierdas la parte II de esta columna, en nuestra edición del próximo domingo. También puedes consultar nuestro blog www.jennymarques.blogspot.com. Agradecimientos a una gran compañera de camino Jenny Meléndez @jemelendez88 por aportar las ideas para esta columna. Sonríe siempre. Hasta la próxima.






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